Nos pasamos la vida haciendo cosas que
detestamos con el objeto de ganar dinero para comprar cosas que no necesitamos
e impresionar a personas que no nos caen bien.
(Laurence J. Peter)
Es fácil tener principios cuando eres
rico. Lo importante es tener principios cuando eres pobre.
(Ray Kroc)
El dinero es mejor que la pobreza,
aunque sólo sea por razones económicas.
(Woody Allen)
Un tonto pobre siempre será un tonto. Un
tonto rico será siempre rico.
(Lafitte)
Lo que debemos pensar es; si en nuestra cultura, formación
personal o si nuestro país influyen para que los ricos se vuelvan cada día más
ricos y los pobres más pobres, es cierto que los ricos son ricos y los pobres
son pobres, surgen otras inquietudes como si países ricos son los responsables
de que otros países sean pobres.
Son dos preguntas complejas de resolver, por ejemplo la
pobreza no solo es cuestión de dinero, igualmente pasa con el rico, no sólo es poseerlo y ya,
me refiero algo más allá de lo que el concepto de riqueza y de pobreza pueda generar
en nuestras mentes. Hago la invitación
para reflexionar que es ser rico y que es ser pobre.
Palabras clave: Actitud positiva, progreso, estructuras económicas, escasez,
abundancia, comercio, sostenibilidad.
Dentro de este ensayo trataremos los siguientes temas primero;
algunas reseñas históricas de la riqueza y pobreza, segundo; estructuras económicas que impiden el
progreso, tercero actitudes que perpetúan la pobreza y cuarto conclusiones.
1.
Historia
El reparto de la riqueza ha sido motivo de
reflexión por algunos pensadores de la Antigüedad. Para Platón, la riqueza
debía ser distribuida de forma igualitaria, mientras que para su discípulo Aristóteles debía
serlo proporcionalmente al esfuerzo de cada uno. Al introducir la
noción crematística, Aristóteles condenó la práctica de acumular la
riqueza por ella misma y no con otro fin que el placer personal.
En la Edad Media, santo Tomás de
Aquino buscó reconciliar el pensamiento de Aristóteles con la doctrina
cristiana, y desarrolló el pensamiento de la Escolástica, para la cual prestar
dinero con interés era entregarse al pecado mortal de la codicia o avaricia, uno de siete pecados
capitales, por lo cual se dejaba esta
ocupación a personas de otras creencias, judíos principalmente.
Desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII la
doctrina económica dominante fue la del Mercantilismo, para la cual el enriquecimiento de los Estados-naciones
en principio derivaba del comercio y
la industrialización o
elaboración de manufacturas,
y no del oro importado de las colonias (Bullionismo, desarrollado sobre todo en
España y Portugal).
En la segunda mitad del siglo XVIII, Adam
Smith, fundador de la Escuela
clásica de economía, criticó el Mercantilismo y en particular el bullionismo,
negando al oro y a la plata su valor de medida principal de la riqueza, subrayando que
se trata en principio de un tipo de riqueza primitiva. Explica que el origen de
la riqueza de las naciones deriva del trabajo (concepto de la división del trabajo), de la acumulación de capital y de la valoración de los
mercados.
Después la producción de riqueza se vinculó a la noción
de los factores de producción, que son esencialmente el capital y
el trabajo.
1.2.
La riqueza desde el punto de vista económico
La riqueza puede estudiarse, desde la microeconomía o la macroeconomía. En este último enfoque, se encarga de analizar la
disciplina denominada economía política. Dentro de ella, diversas teorías
han discutido cuál es el origen de la riqueza a lo largo del tiempo.
Cronológicamente han sido el mercantilismo, el bullionismo, la fisiocracia, el liberalismo económico y
el marxismo.
1.2.1. Mercantilismo
Para el Mercantilismo, doctrina que dominó desde la Edad
Media hasta el siglo XVIII,
el fundamento de la riqueza de un país es el comercio o balanza comercial entre el debe y el haber. Entre
sus defensores estuvieron el inglés William Petty y el francés Jean-Baptiste
Colbert, quien conjugó las medidas mercantilistas con el proteccionismo en
una fórmula llamada Colbertismo.
1.2.2. Bullionismo
Para el bullionismo, doctrina que dominó en la
España del siglo XVI y XVII, el fundamento de la riqueza son los metales
preciosos y materias no
perecederas. Se considera una especie de mercantilismo arcaico. Entre sus
defensores estuvieron Thomas Milles y Gerard de Malynes.
1.2.3. Fisiocracia
Para la Fisiocracia, doctrina que dominó en Francia a lo largo del siglo
XVIII, el fundamento de la riqueza es la propiedad de la tierra y el trabajo de sus productos. Sus principales defensores fueron
los economistas François Quesnay, Anne Robert Jacques Turgot y Pierre
Samuel du Pont de Nemours. Según Quesnay, la riqueza no es la suma de dinero
que un país puede atesorar, sino la cantidad de materias primas al alcance de
las necesidades del hombre, o sea, el excedente de productos agrícolas y
minerales por sobre las necesidades del consumo nacional o producto neto. De su
existencia e incremento depende la prosperidad o riqueza de un país. Las
industrias del segundo sector, el transformativo, y el comercio, según los
fisiócratas, no constituyen riqueza, sino que son
profesiones estériles que la consumen: la riqueza verdadera se contiene en la
tierra y sus productos. Un fisócrata dieciochesco, sin embargo, fue uno de los
que formularon uno de los principios de la principal teoría competidora de la
fisiocracia, el liberalismo económico, Jean-Claude Marie Vicent de Gournay,
el laissez-faire.
1.2.4. Liberalismo
El liberalismo económico, que aplica el liberalismo teórico o filosófico de John
Locke a la Economía política desde la publicación en el siglo XVIII de La riqueza de las naciones (1776) de Adam Smith, es el valor de uso y de cambio que las cosas tienen, o la suma
total de los valores en cambio de los bienes en poder de los individuos o de la
nación, y el medio más efectivo para incrementarla era la división del trabajo, porque es el trabajo lo que produce la riqueza y no la tierra, como
pretendían los fisiócratas. El liberalismo afirma que la riqueza se genera
cuantas menos cortapisas e intervencionismo ponga el estado al desarrollo de
los negocios.
Otros teóricos del liberalismo son Bernard
Mandeville, quien afirma que los vicios privados y el egoísmo redundan en virtudes o beneficios públicos y
colectivos; David Ricardo, quien inspirándose en Smith generó la
llamada teoría del valor-trabajo, para el que el valor de las mercancías lo determina la
cantidad de trabajo necesaria para su producción; Thomas Malthus,
para el que, como la obtención de materias de primera necesidad crece en progresión aritmética mientras que la población crece en progresión geométrica, la carestía genera subidas de precio y por tanto de
valor; Condillac estudia el carácter subjetivo del valor y defiende el librecambismo o libertad
económica, ya que la riqueza se aminora con el exceso de tributos y
reglamentaciones, y denuncia los peligros de la inflación y las manipulaciones
monetarias; Jean-Baptiste Say es
partidario fanático del librecambismo y afirmaba que el concepto de riqueza de Adam Smith
era muy restringido, ya que uno de los primeros elementos de riqueza era el
"talento, la ciencia y el arte", un tipo de riqueza que se consume en el instante
en que se produce.
1.2.5. Marxismo
Para el Marxismo o materialismo histórico,
es el trabajo, que genera una plusvalía que se vuelve a
reinvertir acumulado al capital primitivo.
1.2.6.
La pobreza como tal
Como lo refleja la
Biblia, en muchos de sus paisajes, la pobreza es parte de la historia misma de
la humanidad, siempre se le ha considerado como una situación normal en la vida
del hombre. Los escritos de la antigüedad reflejan como la escasez de alimentos
y el hambre era algo crónico y común.
Durante la edad media
aparecen las primeras manifestaciones de pobreza. Precarias viviendas sirvieron
de morada al hombre y su familia. Estas, con una sola habitación en unos casos,
y con un máximo de dos en otros, se constituyeron en casas que fueron el
producto de construcciones rústicas y ordinarias, carentes de los servicios
básicos, donde el desconocimiento de las más elementales normas de higiene
agravaba las condiciones precarias de vida en las que habitaban miles de
personas. Otro de los fenómenos habituales para la época era el hambre, las
costumbres medievales permitían apreciar una notoria contraposición entre
opíparos banquetes, de los que disfrutaban las personas que integraban las
clases sociales más nobles y la inanición en que se debatían otras menos
afortunadas.
Durante el
siglo XIII y las siguientes tres centurias el hambre continuó. “Entre 1201 y
1600 el ritmo de su crecimiento y propagación se mantuvo constante: Siete
épocas de hambre y diez años de escasez de alimentos a lo largo de cada siglo”.
El hambre y la
escasez han acompañado por siglos la evolución de la vida del hombre, múltiples
capítulos de la historia de la humanidad así lo reflejan, largos períodos de
hambre generaron muerte y miseria. Esas largas jornadas de hambruna fueron
manifestaciones intensas de la pobreza.
La pobreza se ha mantenido
durante siglos como un enquistado mal difícil de exterminar. En 1798, el
clérigo ingles Thomas R. Malthus dejó saber, mediante un ensayo publicado,
sus conclusiones acerca de la constante tendencia observada en la población a
crecer por encima de la producción y la capacidad de abastecimiento de
alimentos. Esta anomalía, sin un control adecuado absolutamente necesario,
siempre arrastraría a la masa humana al hambre, a la enfermedad y a la guerra.
La pobreza era para él, en sus consideraciones, un algo inevitable para la
mayoría de los seres humanos.
Para mediados del
Siglo XVIII, durante la llamada “Revolución Industrial”, se produjeron cambios
y la producción comenzó a registrar un aumento progresivo. Pero este fenómeno
también involucraba el incremento de la población, el cual para inicios del
siglo XIX ya mediaba en un 50%. Disminuyó el índice de mortalidad y aumentó la
producción de alimentos, surgiendo además otros recursos que ayudaban a
abastecer a un gran número de personas.
El Siglo XIX
fue el siglo de la explosión demográfica, en ese período la humanidad creció
más de lo que lo había hecho en millones de años. Pero, de la misma manera como
esto sucedió, continuaron produciéndose nuevos acontecimientos que generaron
hambre en la India, Irlanda, China y la URSS, por mencionar algunas de las
regiones del mundo más importantes que fueron afectadas. Curiosamente, estas
grandes crisis, no afectaron mayormente los países del mundo occidental.
2.
ESTRUCTURAS
ECONOMICAS QUE IMPIDEN EL PROGRESO
La pobreza es el resultado de una estructura económica
deficiente. Las diferentes estructuras económicas que frenan el progreso pueden
listarse como pre modernistas, mercantilista, intervencionista, y de
orientación hacia adentro.
Excluimos los modelos socialistas y comunistas de esta
discusión, aunque el modelo intervencionista
usualmente contiene muchas de
sus características retardantes. Es preciso notar
que todas las estructuras modernas son mezclas de diversos tipos; ningún modelo
es exclusivo a un país.
2.1. Estructura pre-modernista
La estructura pre-modernista o semi-feudal data de la
Edad Media, cuando la vida se percibía como una lucha repetitiva y continua, y
escasamente se tenía una noción del progreso. Es característica de la
producción agrícola que depende intensamente de la mano de obra, con poca
división de trabajo. Puede consistir en parcelas pequeñas, en las cuales
familias individuales producen cosechas tradicionales para consumo propio o
venta en mercados locales, sin tecnología ni herramientas modernas, y
frecuentemente con la obligación de pagar algún tipo de diezmo o feudo al
terrateniente, O puede consistir, como ocurrió en la época colonial, de
extensas plantaciones agrarias que producen cosechas para mercados
internacionales bajo condiciones que traen a la memoria el trabajo esclavizado.
En cualquier caso, los trabajadores están virtualmente casados con la tierra
local, aislados de la industria moderna y las amenidades disponibles en los
mercados mundiales. La de ellos es una existencia monótona que provee poco
incentivo para el mejoramiento personal y promueve la continua emigración de
siervos analfabetas de las comunidades rurales a la ciudad capital y al mundo
externo. Una muy alta tasa de reproducción generalmente acentúa estos efectos.
El feudalismo puro no existe como tal y desaparece
gradualmente. Sin embargo, sus vestigios aún permanecen y sirven para frenar la
prosperidad agraria que es tan necesaria para el desarrollo tercermundista.
Algunos de los factores que contribuyen a que desaparezca la estructura feudal
en beneficio de estructuras más modernas son, brevemente: en el caso del
pequeño agricultor, el acceso a mercados internacionales por medio de cultivos
de exportación, así como el acceso a recursos de capital y mejoras
tecnológicas, como fertilizantes, irrigación, y pick ups; en
el caso de plantaciones, la modernización resulta de la creación de plantas
procesadoras que transforman el producto agrícola en un
producto vendible al mayoreo o directamente al consumidor en los mercados
mundiales, la consecuente tecnificación y especialización de los trabajadores,
y los sistemas que crean incentivos para mejoras en la remuneración, que están
directamente relacionados con la producción para la venta externa. Todo lo
anterior señala la salida gradual de un estado de pobreza y la entrada a una
existencia moderna más humana.
2.2.
La estructura mercantilista
El mercantilismo de antaño, de los siglos XVII, XVIII, se
caracterizó por la práctica de parte de los nuevos estados centralizados,
particularmente Inglaterra, España. Francia y los países bajos, de controlar su
industria y comercio internacional. Lo hicieron concediendo privilegios únicos
a compañías individuales para producir y distribuir productos específicos, e
intentaron proteger a estas compañías por medio de todo tipo de exclusión,
tarifas y subsidios.
Muchas prácticas mercantilistas continúan dominando la
estructura industrial y comercial de muchos países subdesarrollados. El
exclusivismo y los privilegios limitan la entrada a muchos mercados, impidiendo
así el crecimiento de una competencia reductora de costos. La ley alberga a
estos monopolios artificiales de la intromisión por otros. El resultado son
mercados que ofertan un número limitado de productos a altos precios, a una
clientela reducida, favoreciendo así únicamente a los sectores más ricos y
vedando a las masas una participación de los beneficios (en calidad y precio)
del comercio mundial. En el mercado
doméstico, los empresarios nacionales pueden subir los
precios de sus productos protegidos por aranceles y tarifas y así vender bienes
substitutos inferiores a un precio por encima del precio mundial; pero estos
mismos precios altos impiden su participación en el comercio mundial.
2.3.
Estructura
intervencionista
El alza en la intervención gubernamental en el mercado es
una de las grandes causas de la pobreza. La intervención es responsable por
establecer dentro del
gobierno muchas estructuras que crean pobreza, en la
forma de ministerios y departamentos con una agenda aparentemente ilimitada.
Estas agencias son dirigidas por burócratas ineficientes, aunque bien
intencionados, responsables por imponer una colección infinita de complicados
programas, regulaciones, requisitos de elegibilidad, prohibiciones, reglas para
reportes, cargas contables, y decisiones arbitrarias, las cuales a veces se
duplican unas con otras o se contradicen. Estas son impuestas a los ciudadanos
y a las empresas productivas de una nación. Los costos administrativos de esta
carga reguladora contribuyen enormemente al déficit incontrolable del país y
generan, en la mayoría de los casos, beneficios dudosos para el público
maniatado, el cual es obligado, so pena de multa o encarcelamiento, ya sea a
obedecer o a hacer pagos ilegales cuando los extorsionan servidores públicos
inescrupulosos. El mercado subterráneo o informal, que carece de aprobación y
de protección legal, surge porque la mayoría de los pequeños productores no
pueden cumplir con la multiplicidad de requisitos y pagos que la ley les
impone.
La convicción de que el gobierno debe tener obligaciones
ilimitadas hacia los ciudadanos, y por ende ser directamente responsable por su
salud, educación, vivienda, vejez, e incluso recreación, ha contribuido en gran
medida a este problema del intervencionismo. Muy pocos servicios se escapan de
este tutelaje directo. La burocracia estatal aumenta significativamente la
ineficiencia y el costo alto de los servicios más esenciales y es responsable
porque éstos sean inasequibles. En última instancia, la población nunca puede superar la pobreza del pasado y la desmoralización
que crea este sistema, a pesar de una asignación inmensa para los gastos
sociales.
Otra convicción que crea un insoportable freno sobre la productividad
de una nación es aquella que dice que el gobierno tiene una responsabilidad
reguladora inmediata sobre la actividad privada de negocios y de banca. La
noción de que el gobierno tiene la función de intervenir en beneficio del
consumidor, trabajador, e inversionista, que debe regular detalladamente los
precios, salarios y tasas de interés, que debe
ser la politíca de primera línea de toda actividad de
mercado, ha creado un paternalista e ineficiente súper-control que tiende a
encadenar la iniciativa y eficiencia empresarial, y a restringir las
consecuentes ganancias que estimulan el crecimiento económico. Empobrece mucho
más de lo que protege. Crea inseguridad en lugar de prosperidad. Frena en lugar
de estimular.
Adicionalmente, los países mercantilistas suelen
intervenir para estatizar (o nacionalizar) las industrias más esenciales al
crecimiento, como las comunicaciones, a energía, y el transporte. La mayoría de
estos países tiene únicamente una aerolínea nacionalizada, una compañía de teléfonos,
y una compañía eléctrica, entre otros. El saldo es aún más ineficiencia
burocrática, desperdicio, enriquecimiento de servidores públicos, y los
consecuentes déficits y deudas. Por ejemplo, Centro América necesita
urgentemente de millones de líneas telefónicas más, las cuales no pueden
proveer ni manejar las compañías estatales.
Otra característica del intervencionismo es el intento de
controlar la unidad monetaria de nación por medio de una variedad de políticas
dirigidas por su banco central. El banco nacional es considerado el guardián de
la moneda. Pero en sus inútiles intentos por financiar gastos públicos
excesivos, acumular reservas internacionales, regular precios, y proteger la
moneda nacional sobrevaluada, el banco destruye a la unidad monetaria,
introduce distorsiones en la economía, e incurre en déficits cuantiosos. Esto
se debe en la mayoría de los casos a la falta de disciplina monetaria y al
manejo político del proceso de creación de dinero. Así, la oferta monetaria es
continuamente agrandada; y este proceso inflacionario sirve sólo para destruir
la estabilidad, la confianza y la creación de capital.
Finalmente, ¿cómo financia un país tercermundista estas
múltiples actividades? Prácticamente todas ellas provocan grandes déficits,
como es el caso de los servicios sociales, las industrias nacionalizadas, los
bancos centrales, y la casi omnipresente y abultada burocracia. Para obtener
los recursos financieros necesarios, se apoyan en un sistema ineficiente y
progresivo de recolección de
impuestos, que crea una traba opresiva, en préstamos
internacionales, que elevan la deuda pública del país hasta los cielos; y con
relativa frecuencia, en la creación de dinero, lo cual es una medida
inflacionaria que provocó las devaluaciones notorias en el pasado.
El intervencionismo es una indiscutible fuente del
retraso económico y de la aparentemente incurable pobreza del tercer mundo.
2.4.
Estructura de orientación hacia adentro:
El comercio internacional o interregional es uno de los
principales vehículos para el progreso. Los bienes sujetos de este intercambio
son aquellos que el país o la región exportadora produce en abundancia y a un
bajo costo, y los cuales el país importador no produce o produce en cantidades
insuficientes y a un costo alto. Los países que participan en el intercambio se
vuelven más ricos a medida que aumentan los niveles de comercio internacional.
Aquellos países tercermundistas que dedican sus esfuerzos
principalmente, a veces exclusivamente, a producir para el mercado local, e
impiden el comercio con otras regiones, frenan su propio progreso. Tienden a
producir poco a un alto costo y a una baja calidad. Esto se agrava cuando
introducen medidas intervencionistas para proteger la producción local
ineficiente por medio de aranceles, subsidios y cuotas. El progreso que se
obtiene a través de mercados internacionales es mayor que el de mercados
locales expandidos.
La ideología económica de moda, llamada estructuralismo,
ha intentado promover la producción doméstica a expensas del comercio internacional
y ha contribuido significativamente al subdesarrollo de muchos países
latinoamericanos.
3.
ACTITUDES QUE PERPETÚAN LA POBREZA
La segunda raíz de la pobreza son algunas actitudes que
impiden el progreso, que están en boga general. Estas actitudes son de
naturaleza personal, pero suelen
generalizarse a tal punto que se convierten en
características de grupo de naciones. Algunas actitudes son propias del tercer
mundo, y frenan su crecimiento inicial, tal como la indolencia, la
indiferencia, y la resistencia al cambio. Otras se adoptan más adelante,
después de que el tercer mundo comienza a imitar las costumbres del primer
mundo, tal como la fuerte dependencia sobre sindicatos o gobiernos. Estas
segundas actitudes también están presentes en todos los países más avanzados,
donde logran retrasar el crecimiento, pero son devastadoras cuando afectan a
las economías emergentes de los países pobres.
Las siguientes son algunas de estas actitudes:
·
Tengo derecho a vivir
sin molestias de mis actividades agrícolas tradicionales, como lo hicieron mis
antepasados.
·
Conforme la sociedad
trasciende los restos del feudalismo, yo demando el derecho a mi propia tierra,
aún si debe quitársele a alguien más, para crecer en ella mi maíz o fríjol o
arroz.
·
Indistintamente de
cuánto produzco, tengo derecho a tener un ingreso suficiente para poder
disfrutar de todas las comodidades de la vida moderna, aún si para ello es
necesario que se me apoye con precios fijos o subsidios que mejoran mi nivel de
vida.
·
Yo me conformaré con sentarme
en una esquina a vender chicle a los peatones. Si soy estudiante, estudiaré lo
menos posible. Si soy empresario, venderé lo que
hoy me genere más utilidades, sin importar los beneficios a largo plazo para mí
o quienes me rodean.
·
Trabajaré si no tengo
alternativa, pero siempre haré lo menos posible, levantándome lo más tarde
posible, haciendo únicamente lo que se me obliga a hacer o lo que debo hacer
hoy y no puedo posponer, inyectándole a la tarea el mínimo esfuerzo y ninguna
iniciativa personal, tomando ventaja de cuánto atajo pueda, y dándome por
vencido en cuánto pueda. Siempre promoveré un horario de trabajo más corto,
fines de semana más largos, más vacaciones y feriados, y un retiro pagado más
pronto.
·
Yo no me considero
responsable de mi destino. Mi empleador me debe no sólo mi trabajo y mi
salario, sino también tiene muchas otras obligaciones para conmigo, tales como
mejores condiciones de trabajo, planes médicos, y el establecimiento de
adecuados mecanismos para canalizar mis quejas. El empleador es un adversario
de los empleados, y debe ser controlado y censurado cuando no provee aún
mayores beneficios y utilidades. Yo tengo el derecho de participar en paros
laborales pagados siempre que esté insatisfecho con su desempeño.
Adicionalmente, lo considero un egoísta capitalista, interesado exclusivamente
en acumular una fortuna personal y listo para aprovecharse de mí en cualquier
momento.
·
Yo delegué en mi
sindicato el derecho de velar por mis intereses. Considero que los sindicatos
han sido las principales entidades promotoras del bienestar de los
trabajadores, que mantienen vivo el espíritu de enfrentamiento con el
empleador. El sindicato debe tener poder absoluto para negociar y obligar al
empleador a hacer mejoras continuas en mi condición de vida, usando cualquier
medio, aún si es ilegal, para obtener estos fines. En el tercer mundo, los
sindicatos tienen la función básica de obtener para sus afiliados los mismos
beneficios de los cuales gozan los trabajadores sindicalizados del Primer Mundo.
Mi lealtad total es hacia mi sindicato y cooperaré con él, rechazando cualquier
intento por hacerme trabajar más, por más tiempo, o más allá de lo expresamente
estipulado en el contrato sindical.
Estas actitudes, tan comunes en tiempos modernos, se reflejan
en muchas falacias económicas, que forman la base de los programas políticos de
hoy. Algunas de estas falacias son:
·
Seremos más ricos y
prósperos en la medida en que gastemos más dinero y ahorremos menos. Un
corolario de esta creencia sería: El ahorro produce el
estancamiento. Esta actitud conduce directamente al
desperdicio en el consumo, conocido como consumismo, y al agotamiento del
capital escaso, que debe asignarse a la producción de muchos encantos no
esenciales.
·
Seremos más ricos en
la medida en que creemos más empleos y paguemos mejores salarios,
indistintamente de la productividad. Su corolario: Es contraproducente recortar
gastos laborales. Este error conduce al alto costo asociado con la burocracia y
la ineficiencia.
·
El desempleo es un
mal mayor que la inflación. Su corolario: que se imprima todo el dinero
necesario para crear empleos para todos, sin importar que se trabaje poco.
·
Es preferible la
inflación a elevar impuestos o disminuir los servicios provistos por el
gobierno.
·
La deuda no es
importante. Es mejor endeudarse que sacrificar el bienestar presente. Nuestros
nietos podrán ignorarla, y la inflación lo hace parecer irrelevante.
·
Los precios deben
mantenerse bajos, a pesar de que se aumentaron los salarios y la oferta
monetaria. Siempre hay que responsabilizar a los productores por el alto costo
de la vida y castigarlos con todo tipo de pena. Nunca se debe considerar culpar
al banco Central del alza en precios.
·
El gobierno es un
leal servidor público, y su intervención en todos los programas sociales es
tanto beneficiosa como inevitable.
Después de haber analizado los antecedentes históricos y postulados
económicos, se concluye que unas de la posibles y a su vez principal causa de por qué los ricos son ricos
y del por qué los pobres son pobres, parte desde la misma configuración donde se vive o se
habita, además depende de la capacidad del ser humano para superar los retos o
las necesidades que el sistema (gobierno, economía, elite o intereses
políticos, etc.) le imponen, es un error considerar que la pobreza es ausencia
de riqueza y aún más pensar que hoy en la actualidad no existe o que con las
ayudas de los países desarrollados terminaremos por erradicarla, como lo
mencione al comenzar este escrito; lo que debemos pensar es; si en nuestra
cultura, formación personal o si nuestro país influyen para que los ricos se
vuelvan cada día más ricos y los pobres más pobres, creo en lo personal que es
una combinación de varios componentes para que aumente o disminuya no solo la
riqueza material o sino la riqueza de la experiencia, de la cultura, de la
educación, de los valores, además la riqueza de aprender de los errores del
pasado para superar la pobreza del presente.
Me preocupa ver que en Colombia sin embargo se está
creando una cultura autocomplaciente o favoreciendo la politiquería, donde mucha
gente espera que el gobierno de turno venga a solucionarnos todos nuestros
problemas y no pensamos en cómo evitar los problemas derivados de los cambios
económicos, de la corrupción hasta de nuestro propias conductas mal
intencionadas.
Al final y al cabo pienso, si alguna vez la sociedad como
tal se pregunta si es más rico el rico o cada vez somos los pobres más pobres.
Bibliografía
Keckeisen, Joseph E. (2001): "Las causas de la pobreza en
el tercer mundo" en Contribuciones a la economía de
La Economía de Mercado, virtudes e inconvenientes
Fuentes de internet